Cada ser individual es potencialmente divino. La meta suprema es lograr la revelación de esa nuestra íntima divinidad, controlando nuestra naturaleza externa e interna. Hacer esto por medio de la acción inegoísta; la devoción a Dios; el discernimiento puro; o por el control síquico; siguiendo uno, dos o más de esos senderos y ser libre es lo que constituye la religión toda.