El trabajo muestra cómo la inhibición de ciertas funciones de las células de la glía, llamadas astrocitos, sobre las neuronas tras el trauma produce beneficios a corto plazo en la recuperación motora, la función neuronal y la preservación de la barrera hematoencefálica que protege el cerebro. El próximo paso de esta investigación será determinar si los efectos observados a corto plazo supondrán una mejora de las funciones neuronales (sensoriales y motoras) también a largo plazo.
Una investigación realizada en el Hospital de Parapléjicos abre nuevos horizontes para la recuperación tras un traumatismo craneoencefálico




La científica Juliana M. Rosa, que lidera la línea de
investigación sobre Reparación de los Circuitos Neuronales del Hospital
Nacional de Parapléjicos, centro perteneciente al Servicio de Salud de
Castilla-La Mancha (SESCAM), ha dirigido una investigación que identifica una
potencial diana terapéutica para mejorar la recuperación después de un
traumatismo craneoencefálico (TCE).
El trabajo demuestra en un modelo
animal de TCE que este tratamiento farmacológico, basado en el bloqueo de la
activación de las células de la glía, llamadas astrocitos, sobre las neuronas
después del trauma, produce beneficios a corto plazo en la recuperación motora,
la función neuronal y la preservación de la barrera hematoencefálica que protege
el cerebro.
El TCE es una importante causa de
mortalidad e incapacidad permanente a nivel mundial asociada frecuentemente a
los accidentes de tráfico y caídas, en los que también se puede sufrir lesiones
de la médula espinal. Ante un TCE es de gran importancia actuar de forma rápida
en lo que se conoce como la “hora de oro”, que es una corta ventana de tiempo
para actuar después del accidente, con el objetivo de evitar que el daño
inicial se extienda a regiones vecinas del cerebro.
Sin embargo, aún no hay tratamientos
farmacológicos que, administrados durante la “hora de oro”, permitan reducir la
extensión del daño neuronal y, por tanto, se pueda reducir la magnitud de las
secuelas permanentes de tipo cognitivas, motoras y sensoriales.
El primer efecto de un TCE es la rotura
de la barrera hematoencefálica, de las meninges y de las membranas de las
células cerebrales, lo que desencadena el inicio de una cascada inflamatoria.
Uno de los resultados del proceso
inflamatorio es la activación de los astrocitos, las células de la glía en
mayor abundancia y que son fundamentales para el correcto funcionamiento del
cerebro. En el marco del TCE la función concreta de los astrocitos es hacer de
puente del sistema de defensa cerebral y la red neuronal.
Cuando los astrocitos son activados por
el sistema inmune tras el TCE, estos se vuelven “reactivos” y, dependiendo del
nivel de reactividad, pueden ser beneficiosos o pueden hacer un daño
amplificado que afectará directamente las neuronas en la zona del trauma,
llevando a la pérdida de funciones. Por tanto, en este trabajo se buscó cortar
la cadena de activación del astrocito para reducir el daño neuronal.
El trabajo fue realizado en un modelo
experimental de TCE con animales, y mediante el bloqueo farmacológico de un receptor
celular llamado TLR4 presente en las células del sistema inmune (principalmente
microglía y monocitos) que impidió la activación de astrocitos, y por tanto su
acción sobre las neuronas.
Los datos obtenidos mediante pruebas de
comportamiento de los animales tratados durante la primera hora tras el
traumatismo demostraron que el bloqueo del receptor TLR4 ralentizó la aparición
del deterioro neurológico. Además, se ha observado que el tratamiento mejora la
preservación de la barrera hematoencefálica, reduciendo la inflamación y mejorando
el ambiente cerebral que permite un correcto funcionamiento de las neuronas.
“Estos
avances identifican la modulación de la activación de los astrocitos como una
posible diana terapéutica relevante en el tratamiento agudo de los traumatismos
craneoencefálicos, y otras lesiones del sistema nervioso central”, ha concluido la doctora Rosa.
El próximo paso será determinar si los efectos observados a corto plazo
supondrán una mejora de las funciones neuronales (sensoriales y motoras) a
largo plazo. “Eso será importante pues podría darse el caso de que la
disminución de las conexiones neuronales mediadas por los astrocitos tras el
TCE es en realidad beneficiosa, al eliminar las sinapsis neuronales defectuosas
que, a largo plazo, podrían llevar a patologías como la epilepsia”, ha señalado.
El estudio, realizado en colaboración
con el doctor Javier Egea, del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital
de La Princesa, la doctora Marta Navarrete del Instituto Cajal (CSIC) y el
grupo del doctor Diego Clemente del Hospital Nacional de Parapléjicos, ha sido
publicado en la revista británica British
Journal of Pharmacology, situada
en el puesto 9/271 en la categoría de Farmacología, según el índice JCR 2020, y
es de acceso público.
Además, como continuación y aplicación
clínica de esta investigación, se ha realizado un estudio clínico, publicado en
la revista Biomedicines en
el que la doctora Rosa es coautora, donde se identifican nuevos biomarcadores
que pueden ser detectados en la sangre que permiten predecir la severidad de
las lesiones neuronales en los pacientes con traumatismo craneoencefálico.
En este trabajo se propone que los
niveles altos en sangre de los biomarcadores (SAA1 y del receptor TLR4) en las
primeras 24 horas del TCE se correlacionan directamente con la severidad del
daño y pronostico clínico a largo plazo en los pacientes. Por tanto, podría ser
utilizado para favorecer la
decisión del uso de estrategias terapéuticas a corto plazo.
Este estudio ha
contado con la financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación, Instituto
de Salud Carlos III-Fondo de Investigación Sanitaria, Marie Skłodowska-Curie
Actions, programa Stop Fuga de Cerebros Roche Pharma, Fondos FEDER y Servicio
de Salud de Castilla-La Mancha.