La experiencia de la soledad y la íntima búsqueda de Dios en el propio corazón, llevan al hombre al silencio.
En ese vacío de pensamientos, calmadas las ansias y sosegado el cuerpo, alumbra la Presencia que siempre se ha buscado.
El eremitismo histórico encuentra su raíz en este anhelo de eternidad y libertad desde este mismo mundo.
El paraíso se hace presente ahora mismo en el interior del eremita, que por esto mismo transfigura al mundo con su mirada.
Esta soledad del corazón no se debe necesariamente al apartamiento de los hombres sino a una vida atenta a la divina presencia, en cualquier circunstancia.
Así lo viven también los eremitas urbanos, que en su anónimo silencio mantienen vivo el espíritu original de las primeras comunidades cristianas; tan cercanas a Cristo como alejadas de toda pompa, boato o jerarquía organizada.
La Oración de Jesús, es una vía rápida al corazón de la Presencia.
El Hermano Esteban de Emaús, nos introduce en ese camino a partir de su propia experiencia.
