Recuerda que vas a morir. Vive

De una u otra forma, antes o después, todos tendremos que cruzar el umbral de la muerte y para los que somos creyentes, tenemos la plena confianza en que una vez demos ese paso, todas las personas que conocimos y quisimos en vida estarán al otro lado esperándonos con los brazos abiertos y deseando volver a reunirse con nosotros de forma definitiva. Y es que la suerte que tenemos en este viaje final es que todos tendremos al otro lado alguien que también nos quiso tanto como nosotros a ellos (abuelos, padres, hermanos, amigos...) y nos ayudarán en la nueva vida de la misma forma que nos ayudaron y quisieron en esta vida, que hasta ahora es la única que conocemos. Y si ellos fueron capaces de pasar este trance, todos seremos capaces de realizarlo y teniendo esto en mente, el cruzar la puerta final habrá de ser más sencillo pensando en los que nos esperan al otro lado. Y cuando uno es médico, como yo, y trata por todos los medios de llegar a racionalizar todos los procesos de la vida tanto en su origen como en su final, llega a un punto en el que tanto al principio como el final que no puede explicarse. ¿En que se diferencia un hombre vivo de uno muerto? Tienen toda su anatomía idéntica tanto el vivo como el muerto, pero hay algo que el vivo tiene pero que no tiene el muerto y eso en el caso de los creyentes, lo llamamos alma y cuando esta, abandona el cuerpo, es lo que marca la diferencia, lo que nos diferencia del resto de los seres vivos, la capacidad de conocer que somos finitos y que llegado el momento y si hemos tenido la suerte de poder seguir de forma ordenada y sin sobresaltos la pérdida de nuestros seres querido (abuelos, padres...), llegará el momento en que comprenderemos que tenemos más familia y amigos al otro lado que en esta vida y habremos tenido la inmensa suerte de no tener que ver pasar delante de nosotros a nuestros hijos, nietos... Siento esta larga elucubración pero tenemos que ser conscientes de nuestra mortalidad y que hay que reflexionar sobre ello de vez en cuando y no pensar que la barrera que separa la vida de la muerte son nuestros padres y que no pasaremos a primera línea hasta que ellos desaparezcan. De esta forma relativizaremos nuestros problemas del día a día y valoraremos más la vida.